Esta es la continuación de la entrada anterior, incluyo también algunos comentarios sobre la naturaleza de mi investigación con varones homosexuales. Sé que estas dos entradas son bastante técnicas pero considero muy importante que la comunidad maneje esta información:

Han pasado aproximadamente cuarenta años desde la realización de los estudios de Bieber y Hooker y varios más se han llevado a cabo empleando diferentes aproximaciones al fenómeno en cuestión. En 1973, la homosexualidad fue removida de los manuales de diagnóstico DSM por la Asociación Psiquiátrica Americana, la cual fue apoyada por la Asociación Psicológica Americana en 1975. Esta última asociación reconoce la necesidad de animar a los psicólogos a observar cómo sus actitudes hacia y conocimiento sobre elementos de la homosexualidad y la bisexualidad juegan un papel en su forma de evaluar y realizar referencias apropiadas en caso de tratar este tipo de pacientes (APA, 2005). Estudios estadísticos realizados más recientemente (Bartlett, et al. 2001) muestran que el estigma persiste y los psicoterapeutas pueden presentar actitudes de rechazo, prejuicio o simplemente actitudes parcializadas ante pacientes con estas características. Dichas actitudes pueden manifestarse de manera evidente o en formas sutiles a través de la sobrepatologización o subpatologización de estos pacientes.

Como forma de resolver la confusión, la humanidad recurre a los estudiosos del comportamiento y las realidades internas de los individuos. Así, psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas son cuestionados sobre sus opiniones profesionales en términos de sexualidad y temas relacionados. De estos tres grupos, los profesionales formados en las distintas escuelas de psicoanálisis se encuentran divididos. En Estados Unidos, un creciente número de analistas de diferentes corrientes y postulantes de la Terapias Afirmativas para personas homosexuales, contrastan con grupos como la llamada Asociación Nacional para la Investigación y Terapia de la Homosexualidad (NARTH por sus siglas en inglés), un grupo de psicoanalistas decididos a catalogar toda expresión sexual distinta a la heterosexualidad tradicional como comportamiento patológico. En medio de este debate nos encontramos hoy; en una pelea que parece desarrollarse más en la arena política y religiosa que en la de la salud mental, las humanidades y el psicoanálisis. El contraste, dentro del psicoanálisis, se da entre quienes todavía defienden los estudios de Bieber en los años cincuenta y quienes valoran la diversidad como una oportunidad de autoconocimiento más que como una desviación patológica. Sin embargo, el grupo de NARTH parece más interesado en atacar al movimiento Gay y a su colectivo que a los representantes de la teoría analítica cuya opinión es distinta. Los representantes de las Terapias Afirmativas por su parte, enfocan sus esfuerzos en producir teoría y atender a sus pacientes.

El contraste mencionado anteriormente puede ser un reflejo (capacidad psicoanalítica importante) de los conflictos existentes en la humanidad. En América Latina y, de especial forma, en Panamá, la confusión de las identidades se hace presente como una forma de dolores del crecimiento propios de todo proceso adolescente. Las asociaciones de grupos homosexuales que solicitan derechos de manera organizada han empezado a aparecer, aunque parecen haber experimentado dificultades para constituirse y rechazo del medio. En este momento se requiere una fuente de seguridad en la cual apoyarse cuando se trata de estos temas. Tal vez la ciencia pueda ejercer ese papel.

Con una frecuencia cada vez mayor, más gobiernos alrededor del mundo enfrentan las demandas de grupos de homosexuales y lesbianas por obtener derechos que, hasta el momento, habían sido otorgados solamente a sus contrapartes heterosexuales. La sociedad se debate entre las posibilidades de rechazo o aceptación y los Psicólogos Clínicos y Psicoterapeutas son nuevamente cuestionados sobre su opinión profesional al respecto. Pero, ¿están listos estos profesionales para brindar una opinión veraz, basada en conocimiento científico y no únicamente en sus opiniones personales? ¿No son acaso estos profesionales de la salud mental parte de la sociedad conflictuada?

En un mundo en que la opinión social se haya dividida y la línea entre lo normal y lo patológico es más difusa que nunca, el grupo de profesionales que representa la parte de la sociedad encargada de guardar y dilucidar este conocimiento corre el riesgo de olvidar que la base del trabajo psicológico se haya en la interacción con el otro, más que en lo postulado por teorías que responden al momento cultural en que se crean.

En nuestro país, las investigaciones realizadas con este tipo de pacientes son casi inexistentes y, como en la mayoría de los casos en que se ha estudiado tradicionalmente el fenómeno de la homosexualidad, existe un vacío en cuanto al estudio profundo de la realidad interna de individuos en particular. Es hacia este camino que orienté mi investigación; los procesos psicoterapéuticos que he llevado a cabo en mi tesis doctoral se iniciaron sin el antiguo objetivo de hallar la etiología de la orientación homosexual y “curar” al paciente, logrando que desarrolle una orientación heterosexual. Dicho objetivo fue una suerte de traspié en el crecimiento de la teoría psicoanalítica hace muchos años. El objetivo terapéutico, más allá del objetivo investigativo del estudio en sí mismo, fue dirigido a lo que Roughton llamaría “descubrir significados, llenos de sentido, satisfactorios o penosos, de la sexualidad de una persona y el lugar de esta en su vida” (Roughton, 2002). Es de crucial importancia en este tipo de psicoterapia, como en cualquier otro, tener presente que se dan comunicaciones inconscientes en el proceso y que, de no reflexionar sobre las mismas, podríamos perder nuestra capacidad terapéutica de empatizar, entender y explicar la realidad del otro.

Mi investigación se desarrolló de manera profunda con el fin de obtener información veraz y arrojar más luz sobre una de las realidades del fenómeno homosexual en este país y el mundo: los estilos inconscientes de relación.