Las prácticas sexuales compartidas entre personas del mismo sexo han existido desde la noche de los tiempos y, posiblemente, desde antes de existir un recuento escrito de las acciones humanas. Louis Crompton, en su libro Homosexuality & Civilization (2006) realiza un recuento de la existencia de la homosexualidad desde la Grecia antigua hasta el período de la ilustración, pasando por Roma, el medioevo, la china imperial, la inquisición española, el Japón Pre-Meiji y muchos otros períodos y lugares en que se encuentran registradas la interacción sexual y afectiva entre iguales y las diversas maneras en que se ha reaccionado a la misma.

A finales del siglo XIX un neurólogo vienés, quien ganaría la inmortalidad luego de descubrir el inconsciente y sentar las bases para una aproximación radical al fenómeno humano, observaba con detenimiento la sexualidad del hombre, mientras le daba forma a un cuerpo teórico con la capacidad de influir para siempre en la cultura occidental pero, al mismo tiempo, tan vulnerable a la misma como cualquier otro movimiento creado se ve afectado por su contexto. Luego de años de trabajo teórico y aún con muchos años por venir, Sigmund Freud escribió Tres Ensayos para una Teoría Sexual, fechado en 1905 y donde se refería a los que hoy conocemos como homosexuales con el nombre de “invertidos”, haciendo una clara referencia a la elección del objeto y el fin sexual aparentemente inverso respecto de dichas elecciones en individuos heterosexuales. Su trabajo ha sido leído de muchas formas por distintos practicantes del psicoanálisis desde entonces hasta nuestros tiempos. Las lecturas, relecturas, interpretaciones y tergiversaciones de la obra freudiana han respondido al momento histórico y sociocultural que se viva, sin mencionar las necesidades inconscientes de quien lee a Freud, y han tenido gran influencia en la visión occidental de la sexualidad.

En los Estados Unidos, el Informe Kinsey sobre sexualidad masculina, fechado a finales de los cuarenta y los reportes sobre la fisiología de la sexualidad de Master y Johnson en los años sesenta, presentaron resultados que produjeron reacciones encontradas en el público. Kinsey, por ejemplo, desarrolló una escala que establecía un rango de 0 a 6, en que 0 equivaldría a ser completamente heterosexual y 6 significaría ser completamente homosexual. Diferentes grados de bisexualidad se hallaban entre las dos opciones y, aunque es peligroso generalizar a partir del Informe Kinsey, es importante rescatar la existencia de dichos reportes y las reacciones que causaron, como muestras de la forma en que se veía la sexualidad en ese momento de la historia. Algunos han sugerido, a partir del Informe Kinsey, que un 10% de la población mundial es homosexual. Sin embargo, esta interpretación es riesgosa debido, entre otras cosas, a los problemas para definir la homosexualidad y la incapacidad de un estudio tan pequeño para representar a toda la humanidad. Tal vez la población homosexual sea menos del 10% de la humanidad pero, por otro lado, tal vez sea más.

Uno de los primeros estudios sobre homosexualidad masculina tomó nueve años en realizarse y estuvo a cargo de la Sociedad de Médicos Psicoanalistas de Estados Unidos, dirigidos por Irving Bieber. El estudio fue presentado por primera vez en 1962 y por la Asociación Psicoanalítica Mexicana en 1967 (Bieber et al. 1967). La investigación concluyó que la homosexualidad debe ser entendida como una forma de psicopatología y proporcionó un estudio detallado de los patrones de interacción que los varones homosexuales presentan con sus padres, madres, hermanos y hermanas, en contraposición con los patrones de interacción presentados por los varones “normales”. Uno de los errores básicos de este estudio es que el psicoanálisis no necesariamente pertenece a la ciencia cuantitativa pero, al ser este tipo de ciencia la más popular o «aceptada» en ese momento histórico, el estudio de Bieber la empleó dando como resultado una investigación híbrida que, vista con la distancia que brindan los años, aparece como muy cuestionable.

Unos años después del estudio dirigido por Bieber en los años cincuenta, Evelyn Hooker dirigió la primera investigación que evaluaría la salud mental y el ajuste de los varones homosexuales en comparación con sus contrapartes heterosexuales (APA, 2005). La investigación estudió a treinta varones homosexuales y treinta heterosexuales con edades, niveles educativos y CI similares. Ambos grupos fueron evaluados a través de tests proyectivos que incluían el Test de Rorschach y el Test de Apercepción Temática, para evaluar sus patrones de pensamiento, actitudes y emociones. No se hallaron diferencias estadísticamente significativas entre los grupos heterosexuales y homosexuales, por lo cual se concluyó que los varones homosexuales no eran más (o menos) propensos a desarrollar enfermedades mentales y que su orientación sexual era tan normal como la heterosexual. Lo que se cuestiona del estudio de Hooker es su muestra tan pequeña y algo de la intención personal de la investigadora para obtener sus resultados, existe entonces, quien considera la posibilidad de un sesgo por parte de ella.

Por otro lado, los disturbios sucedidos en el bar Stonewall en Nueva York, el 28 de junio de 1969, en el que el enfrentamiento de homosexuales y transvestistas a la policía reemplazó su anterior sumisión pacífica, dieron origen al Gay Pride, la fiesta del orgullo que se celebra cada año en un creciente número de ciudades en todo el mundo. La revolución sexual y el movimiento feminista vinieron a cambiar la percepción que el ser humano tiene de sí mismo, haciéndonos entrar en una adolescencia colectiva sin precedentes. Como todos los adolescentes, la humanidad aún lucha por integrar su identidad sexual.

En una siguiente entrada, continuaré el tema de la historia y cuál es el estado de las cosas en este momento. Saludos,