«Deberías estar pintando, no sentado en esa silla, hace rato que no dibujas y ya nos hace falta» – me dice mi vocecita egoísta de vez en cuando, pero la mayoría del tiempo la ignoro.
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En las últimas sesiones de terapia de cada año, muchos de mis pacientes me invitan a acompañarlos en su revisión de lo que fueron sus más recientes doce meses de vida. En ese proceso aparecen los sinsabores vividos y los logros alcanzados, los avances en terapia y fuera de ella (que siempre se relacionan de alguna forma), las metas que no se lograron y los deseos y planes para el próximo año, los cuales observo desde mi silla de terapeuta, alegrándome con los avances de mis interlocutores y sabiendo que formé parte de dichos avances de alguna manera.  Es algo muy satisfactorio, pero a veces una vocecita interna me pregunta si no sentiría placer dedicando todo mi tiempo a mí mismo y probando cuánta velocidad puedo alcanzar en otros carriles de la carrera de la vida.
En la Clínica

Si he de ser sincero, aunque mi trabajo me brinda oportunidades que pocos tienen y es el salón de juegos de quien quiera conocer mejor la naturaleza humana, también es cierto que existe esa sensación de despertarse un día y darse cuenta que te has olvidado un poco de ti mismo por un rato. Por ejemplo, este año quería hacer al menos una exposición de mis trabajos como dibujante. Pero no lo hice. Y no hay excusas, tal vez pude redoblar esfuerzos y lograrlo, tal vez debí hacerlo. Sin embargo, cuando miro hacia atrás mayormente recuerdo las caras de quienes se sentaron frente a mí con algún problema, armados solo con la determinación que requiere la búsqueda de soluciones. Quiero pensar que los recuerdo a todos, a veces no lo sé. Lo que sí recuerdo es lo que cada uno dejó en mi mente porque, aunque no lo sepan, ellos alimentan mi capacidad de establecer vínculos gracias al escenario intersubjetivo que creamos juntos. Ellos también me ayudan a ver la vida desde diferentes puntos de vista y me han enseñado una gran verdad: ‘Si quieres llegar rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve con compañía.’ En alguna medida ellos me acompañan a mí y por la confianza que me otorgan estaré eternamente agradecido, sin esa confianza no podría yo crecer de la manera en que me resulta posible hoy.

Supongo que a la hora de hacer el recuento del año que termina y decidir si ver el vaso medio lleno o medio vacío podríamos siempre concluir, si revisamos bien, que lo importante es que somos ese vaso y que tenemos algo interno que nos identifica y nos da identidad. Qué hacer con esos contenidos es un asunto de decisión diaria y es lo que nos mantiene en movimiento.  Así que un abrazo muy fuerte de parte de este Psicólogo Clínico y Artista del Dibujo a quienes no llegaron a sus metas de este año por detenerse a ayudar a los demás.