El sábado pasado fue el día del orgullo gay en Panamá, aunque no se dan celebraciones masivas como en otros países, siempre existe alguna forma de recordarlo.
El mes de Junio es el mes de la celebración del orgullo gay en muchos países. Ellos sí hacen celebraciones llamativas y cargada
s de color y baile. Aunque siempre me pregunté si es de eso de lo que se trata ser gay (a pesar del
significado original de la palabra) o si existen otros aspectos a la naturaleza del hombre y la mujer homosexual que no pueden ser contenidos en la fiesta eterna que se representa durante al «gay pride».
Hace días que vengo conversando con varias personas sobre lo que significa ser homosexual para ellos. Hombres y mujeres hablando del mismo tema me han recordado que es importante ir más allá del significado de la homosexualidad, tal vez deba ir al significado mismo de la masculinidad y la feminidad. Es decir, tal vez debamos partir del significado del género.
Y lo cierto es que, como hemos dicho en algún otro artículo, pareciera que el ser humano no tiene temor a la homosexualidad como tal. Si nos fijamos bien, no es eso lo que se critica sino el hecho de parecer del sexo opuesto. Si un hombre se ve muy femenino se le discrimina y se le ataca, si una mujer se ve muy masculina le sucede igual. Hombres y mujeres homosexuales que no transgreden dichos límites no son blancos tradicionales o directos de ataque, sin embargo, como la mayoría de los ataques (comentarios devaluantes o burlas) parecieran dirigirse a la homosexualidad, todos acaban siendo víctimas de los mismos, no importa sin son hombres tradicionalmente masculinos o mujeres tradicionalmente femeninas.
No quiero decir con esto que esté bien atacar a los hombres afeminados o a las mujeres masculinizadas, nadie debería ser blanco de agresiones solo por ser como es. A lo que quiero llegar es al hecho de que la población general (de heteros y homos) teme, en lo más profundo de su mente inconsciente y primitiva, la posibilidad de cambiar de sexo. Ese temor está sostenido por un pensamiento mágico que permanece con nosotros toda la vida y que se activa al observar a un varón comportarse «como mujer» o a una mujer comportarse «como varón». En el fondo, una señal de alarma se activa frente a la posibilidad de que se derrumbe el orden de las cosas y, como resultado, se ataca al estímulo que presenta esa posibilidad.
Al final del día, no es tan atemorizante para quienes he conocido el hecho de enamorarse o sentirse eróticamente atraídos hacia alguien de su mismo sexo. Lo que los aterroriza es si eso los convierte a ellos (o a sus hijos o hijas, o a sus esposos o a sus hermanos o hermanas o a sus amigos) en alguien del sexo contrario.
Podríamos decir que la llamada homofobia no es, en el fondo, tanto homofobia como «transfobia» (el temor o rechazo a la transexualidad o cambio de sexo) pero que, debido a la falta de educación del público en general, que continúa colocando a homosexuales junto a transexuales, travestistas, intersexuales y hasta paidofílicos (como si fueran todos iguales) toda la comunidad diversa recibe los ataques de una sociedad que carece de conocimientos suficientes, que tiene pereza de pensar y que le huye a la palabrería técnica.
Cuando se recibe discriminación masiva en el diario vivir o en los medios durante toda la vida, se empieza a dificultar sentirse orgulloso de uno mismo. El hombre y la mujer homosexuales crecen, entonces, con una sensación de poca valía y todo aquello que hemos explicado hasta el cansancio y, para algunos, la forma más sencilla de sobrecompensar por esa devaluación que sienten es «hacer como si no les importara» y mostrarse orgullosos. Sin embargo, el orgullo sano está basado en el conocimiento de uno mismo y de las propias capacidades, es la seguridad de que uno tiene un valor solo por ser quien es y no necesita grandes despliegues o fanfarrias.
Así que me pregunto si es en realidad un orgullo sano, una seguridad en sí mismos y una autoafirmación lo que observamos en las paradas del orgullo gay que se realizan en otras ciudades. Cuando vemos las fotos de aquellos hombres semidesnudos y evidentemente alcoholizados, cuando vemos a algunos participantes disfrazarse de «freaks» ¿Es eso orgullo de ser quien uno es o es una forma de decirle al mundo que soy más «fenómeno» de lo que en realidad soy (y que no me importa) para que sus ataques no me lastimen?
Todo esto es comida para el pensamiento. Pero para todos aquellos que celebren un orgullo sano y que participen en las marchas por una convicción real y no por un proceso insano de autodevaluación y segregación, espero hayan pasado un muy feliz día del orgullo. Happy Pride para todos allá afuera!