El Silencio de la Ciudad
Aterrizamos en Nueva York, un viaje que habíamos planeado por meses. La llamada «ciudad que nunca duerme» se ha ganado su título de manera muy justa, al menos es sencillo apreciarlo si eres turista. Pasar por Times Square a cualquier hora del día o la noche es encontrarse con un tumulto de gente que camina para todos lados sin parar, siempre apurados, siempre iluminados por las marquesinas que anuncian espectáculos de Broadway o venden algún típico producto americano como cervezas y demás. El bullicio en Times Square nunca se detiene.
Nuestra estadía fue genial, visitamos algunos lugares interesantes, comimos comida distinta, caminamos la ciudad de un extremo a otro, esa sensación de tomar de la mano a tu pareja mientras caminas por la calle y que nadie te señale o te diga algo negativo es poco común en mi país, así que se agradece vivirla por momentos aunque sea en otras latitudes. Todo iba muy bien hasta el tercer o cuarto día, el día de las elecciones presidenciales.
Esa noche habíamos ido a ver un espectáculo musical, al salir del teatro íbamos cargados de esa energía usual que sientes luego de un gran espectáculo, caminamos algunos pasos en dirección al hotel y de pronto lo sentí. Había algo distinto en Times Square, la gente estaba ahí, pero no se movía igual que antes y no había bullicio. Lo que sí había era una pantalla gigante en la cual se actualizaban los resultados de las elecciones, estado por estado. Un mapa gigante de los Estados Unidos se pintaba de rojo y azul dependiendo de los votos y toda la gente miraba los números, guardaba silencio y se movía despacio. Las luces ininterrumpidas de las marquesinas iban a distiempo si las comparabas con el ánimo que se sentía. Mucha gente se cubría la boca en un gesto universal que no requiere mayor explicación. Esa noche me fui a dormir muy tarde viendo las noticias en el hotel, lo último que recuerdo ver fue la notificación de Google que avisaba el resultado oficial: el candidato republicano había ganado las elecciones.
Al día siguiente y en el resto de la semana hubo protestas, historias sobre actos de odio a minorías y preocupación expresada por personas en los medios, las redes sociales, gente en la calle, conductores de Uber, turistas y locales. Los grupos minoritarios: los distintos, los LGBT, los latinos, las mujeres, todos se preocupan de lo que podría ser con el nuevo mandatario y su equipo.
Han pasado un par de semanas y los discursos sobre supremacía blanca, la homofobia y el sexismo no se han hecho esperar. Admito que estoy preocupado y me duele pensar que tanto de lo que se ha logrado pueda revertirse en un futuro cercano.
No tengo mucho más que decir, ese es el estado de las cosas, me siento preocupado y aún estoy en espera de lo que vendrá. Sin embargo sé que no podemos dejarnos paralizar por el miedo y sé que ese miedo no nos pertenece, le pertenece a ellos, a quienes no comprenden sobre diversidad y por su ignorancia se asustan del progreso. Tal vez no hemos sabido entenderlos, hemos fallado en comunicarles los beneficios de la inclusión y de reconocer que todos somos diferentes pero pertenecemos a la misma humanidad. Tal vez, al no sentirse entendidos, nos están forzando a sentir lo que ellos sienten, el miedo al cambio.
Así que ¿Qué hacer? Empatizar, empatizar y empatizar. Expresarse, crear, no esconderse, no ceder el terreno ganado hasta ahora porque los cambios sociales y culturales siempre son los últimos. Las leyes pueden haber cambiado, el matrimonio igualitario puede ser legal en muchos más países, hay leyes contra la discriminación pero el cambio interno en la gente es realmente la lucha más difícil y es la que se avecina. No vivimos en la primera mitad del siglo XX, no estamos solos. Artistas, científicos, activistas, blogueros (y vlogueros), mujeres y hombres con pensamiento abstracto e inclusivo, el momento de hacer contrapeso, de mostrarse, de no esconderse es ahora y lo hacemos de la manera más sencilla: siendo nosotros mismos y manteniendo la esperanza
De ahora en adelante prometo tomar de la mano a mi pareja más seguido, por algo se empieza.
Dr. Alvaro