En otras ocasiones lo he comentado, la marcha del orgullo gay o «gay pride» como se le conoce es un evento que produce reacciones a favor y en contra en cada ocasión. Cada año escucho y veo comentarios en vivo y en redes sociales de algunas personas que aseguran que las manifestaciones del orgullo gay, las marchas y los eventos no son necesarios. «Eso de pelear por los derechos de los gays es passe», «ya tienen igualdad de derechos», «qué más quieren, ya todos los tratan igual, nadie los discrimina», son algunos de los comentarios de los cuales he sido testigo en más de una ocasión.
Alguien me comentó que en 2015 en Panamá, más de cuatro mil personas asistieron a la marcha del orgullo y, aunque no me consta que esa sea la cantidad, sí estuve ahí y puedo recordar lo sorprendido que estaba, parado en medio de esa multitud, viendo como tanta gente se había reunido con sus pancartas, globos de colores y banderas. Recuerdo que me preguntaba cuánta más gente podía llegar porque la marcha parecía no tener fin. Ese fue un momento hermoso porque en años anteriores la concurrencia había sido considerablemente menor.
Alguna lágrima se me escapó al reconocer que, por una vez en el año, podía estar allí entre una muchedumbre de hermanos y hermanas, un grupo de gente anónima que vive su vida de manera relativamente invisible el resto del tiempo pero que comparte conmigo el hecho de ser distintos. Esa gente por la que trabajamos todos los días, esa gente por la que escribo las entradas en esta página. Estaban allí, se hicieron reales, existen, no son solo una ilusión…. no soy el único.
Hacia el final de la marcha, mientras estaba parado frente a la tarima principal encontré a una señora a quien me habían presentado antes, la vi sola, tenía lágrimas en los ojos pero sonreía y creo que llevaba una pancarta. Me reconoció, me dio un abrazo fuertísimo y me contó como ella había estado en la primera marcha del orgullo en Panamá hacía ya varios años. «Esa vez éramos 5 personas, Alvaro. Es increíble que haya tanta gente aquí», me dijo mientras reía y lloraba a la vez. Me contó también que estaba marchando en representación de su hijo, que es homosexual y que vive fuera del país.
A veces se tergiversan estas manifestaciones, los detractores dicen que debería haber una marcha del orgullo heterosexual si realmente se busca igualdad. Pero el establishment vive una realidad muy diferente a la nuestra, tanto que a veces le cuesta comprender por qué los grupos minoritarios requieren este tipo de manifestaciones. Y seamos claros, la gente heterosexual no es el enemigo, el enemigo es el concepto pasado de una generación a la otra de que todo aquello que no sea como la masa, la normativa, debe ser tildado de pecado, locura o enfermedad. Por eso no se requiere ser heterosexual para oponerse a las marchas del orgullo y no se requiere ser homosexual para apoyarlas. Porque el problema no es la orientación que tengamos sino cuan claros estamos en la necesidad que tenemos todos de aprender a convivir.
Lo que siento en cada marcha del orgullo es difícil de describir, es tranquilidad, es confianza de tomar de la mano a mi compañero en público, es apoyo, es compañía porque a ratos se va la sensación de ser distinto y estar solo. Lo que siento es una recarga de baterías y la certeza de que hacer este trabajo es necesario. Lo que siento debe ser lo que siente todo el tiempo la gente heterosexual y, debido a que ellos lo sienten todo el tiempo, no necesitan una marcha para visibilizarse y recordarles a los demás que también son seres humanos.
Pride es importante porque todos necesitamos sentirnos así.
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Sociedad
Excelente entrada amigo, sinceramente me siento orgulloso de ser gay y sentirme libre de expresarme como soy. 🙂