Me preguntan sobre un fenómeno actual que se ve con mayor frecuencia cada vez, y es el de los hijos que irrespetan a sus padres y cuidadores. ¿Por qué se ve más seguido esto? ¿Cuáles serán las consecuencias a futuro? Podríamos hablar mucho sobre esto pero, por ahora, veamos cinco cosas que los adultos podemos hacer para promover que los hijos respeten a los padres:
  1. Respetar a los abuelos: si hablamos mal de nuestros padres, les criticamos destructivamente, con mala intención o nos burlamos de ellos, nuestros hijos aprenderán que esa es la manera de referirse a nosotros (que somos sus padres) y verán este tipo de interacción de manera natural.
  2. Respetar a otras figuras de autoridad: algo similar sucede si, como adultos, irrespetamos a autoridades como la policía, los maestros o profesores de nuestros hijos, insultamos a los gobernantes, etc. Existen formas de manifestar desacuerdo con estas figuras sin ser agresivos e irrespetuosos. Por ejemplo,  es importante que los adultos tengan conversaciones con los maestros sin la presencia de los hijos para que cualquier desacuerdo sea hablado, el mensaje que se envíe a los hijos esté unificado y padres y maestros no se desautoricen entre sí. De la misma manera, decir insultos contra el policía de tránsito mientras se va en el auto o burlarse de las figuras de autoridad mientras se ve televisión son formas menos sanas de expresar desacuerdo porque enseñan a los niños que para disentir se debe irrespetar.
  3. Discutir en privado: «el amor y la guerra se hacen en privado» porque todos somos humanos y sabemos que, al momento de estar muy molestos, podemos decir cosas agresivas o hasta hirientes. Aunque lo ideal es nunca llegar a ese grado de agresión, la realidad es que es muy fácil decir algo hiriente cuando se está molesto, por lo tanto es de suma importancia no discutir o pelear frente a los hijos. Se recomienda llevar las discusiones a la privacidad de la habitación, no solo para que los hijos no escuchen o presencien la pelea, sino porque el solo hecho de cuidarse de discutir frente a ellos nos recuerda lo importante de conversar respetuosamente entre nosotros. Además esto ayuda a no desautorizarnos uno al otro frente a los hijos y, una vez más, a enviar un mensaje unificado.
  4. Considerar las emociones de los demás: si, como adultos, prestamos atención a cómo se sienten nuestros hijos, nuestra pareja y nosotros mismos y podemos decirlo sin que haya burla, estaremos facilitando que los hijos puedan gestionar mejor sus emociones, saber lo que sienten, por qué lo sienten y qué harán con ello. Además estaremos modelando empatía, enseñando que se deben reconocer las alegrías y molestias ajenas y propias porque, haciendo esto, nos será más difícil irrespetar a otros.
  5. Pedir disculpas: cuando nos equivocamos y no fuimos considerados con las emociones de otros miembros de la familia es importante reconocerlo y pedir disculpas. Una vez reconocido nuestro error debemos tratar de evitar caer en él nuevamente. Pedir disculpas no significa quedar a merced de la voluntad del otro sino reconocer que nos equivocamos, que hemos lastimado al otro y que nos hemos hecho el propósito de que no suceda más. Pedir disculpas no nos disminuye sino que nos engrandece, modelando nuevamente la forma correcta de manejar el orgullo y reestablecer la normalidad a una relación que ha pasado por un momento tenso.

¿Cuál es su experiencia en cuanto a esto? ¿Han encontrado soluciones alternas a problemas como estos? ¿Tienen algún aporte distinto que les haya funcionado? Pueden dejarlo en los comentarios en esta entrada o enviarlo vía Twitter (@AlSerDistinto) o Facebook (facebook.com/AlSerDistinto)